Una película sobre un lugar extraordinario, otro planeta bajo la superficie del nuestro.
Las Cuevas de NAICA se encuentran en una mina, al sur del estado de Chihuahua, al norte de México. Las cuevas se descubrieron accidentalmente, debido a las actividades de exploración de la mina que, para poder explotar el mineral, requiere extraer agua caliente mediante un complejo sistema de bombeo. Este sistema drenó el agua de las cuevas y -accidentalmente- se descubrió un extraordinario tesoro natural. La Mina de NAICA constituye un sistema geológico particular, que condiciona el mecanismo genético responsable del desarrollo de los macro cristales de yeso.
Los macro-cristales se formaron bajo el agua, en un punto donde el agua termal profunda -a 52ºC saturada de sulfuros- entraba en contacto con aguas meteóricas frías y ricas en oxígeno, que se infiltraban por escurrimiento natural. Esta agua, que no podían mezclarse directamente -debido a la diferencia de densidad- con aquellas profundas y mineralizadas, provocaban la “difusión” del oxígeno en el estrato inferior con la consiguiente oxidación de los iones de sulfuro a sulfato, con una leve sobre-saturación respecto al yeso y por lo tanto una lenta deposición. Estas condiciones singulares, crearon un fenómeno de mineralización extraordinario formando cristales gigantes de yeso purísimo, cuyo tamaño obedece a las condiciones de estabilidad durante un largo periodo de tiempo.
Este sistema, sigue vivo; procesos de cristalización dan origen cotidianamente a pequeñas formaciones de diversos minerales, aún en la superficie. Es un sistema activo, que entre otros depósitos y procesos han llenado las oquedades de la roca caliza, llena de fracturas, con cristales de selenita de magnitudes y formas extraordinarias, dando origen a las famosas Cuevas de Cristales de NAICA.
Son la expresión más extraordinaria de selenita. Por ahora, la suerte ha permitido descubrir cuatro de ellas de características y tamaños únicos, aunque sabemos que son sólo parte de un sistema más amplio del que quizá algún día, nuevamente por una circunstancia fortuita, conozcamos alguna otra.
En 1910 -a 120 metros de profundidad- se descubre la “Cueva de las Espadas”, una cavidad constituida por un corredor de alrededor de 87 metros de largo, tapizada por completo de cristales que llegaban a medir hasta dos metros de largo. De ellas fueron extraídos sus más bellos ejemplares, mismos que hoy se exhiben en los museos mineralógicos más importantes del mundo.
Casi 100 años después, en abril del año 2000, en el nivel -290, se descubren otras tres cavidades naturales: “El Ojo de la Reina”, “La Cueva de las Velas”, y la extraordinaria “Cueva de los Cristales”, un bosque de formaciones de cristal de dimensiones extraordinarias, que se convierte a partir de la fecha en un nuevo marcador geográfico del planeta.